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No, no es mi experiencia. La persona vive, pero de hecho le fue horrible por todo lo que sucedi贸. 脡l me cont贸 en muchas pl谩ticas, a veces inc贸modas, lo que est谩n por leer. No me consta la veracidad de esto.
Voy a aderezar mucho de lo que cont贸 porque, de otra manera, estar铆an leyendo en la nota roja y no en este lugar.
Era un profesor en una preparatoria para una ciudad peque帽a. Un sujeto de los late 30's, con un cuerpo un tanto corpulento pero no de apariencia obesa. Blanco, pero no rubio. De apariencia nerda. Intento de futbolista fracasado, profesor de matem谩ticas.
Es que ah铆 es donde todas caen, con los profesores de matem谩ticas. Un ingeniero en sistemas que les habla de animes, juegos y pel铆culas mientras les ense帽a derivadas y esas cosas. Una que otra se complica la existencia, hay qu铆mica, hay necesidad y la trampa se activ贸.
脡l era un depredador nato. Me consta. No s贸lo con sus alumnas, sino con otras mujeres. Sab铆a a qui茅nes buscar, qui茅nes le har铆an caso. Nunca le falt贸 sexo, nunca pag贸 por 茅l. Pero entre las chicas ten铆a a sus presas predilectas: entre las m谩s grandes, de los 煤ltimos semestres. No muy populares, pero no feas. Interesadas en la materia pero no matadas. Saltarse sus propias reglas acab贸 con 茅l, pero vamos por el principio.
La primera que supe de sus conquistas vamos a llamarla, digamos, Lourdes. No Lul煤, porque suena a chiste. Una chica bajita, un poco por debajo del metro sesenta. Blanca, con ojos enormes color miel. Lentes de ni帽a 帽o帽a, un cabello negro siempre amarrado en una coleta. Busto y nalgas redondos, que con su estatura, parec铆an de buen tama帽o. Piernas fuertes, firmes, pero no gordas. Por lo que s茅 la chica hac铆a nataci贸n.
Yo le d铆 clases, pero de otra materia. Alumna ejemplar. Alegre. Encantadora. No voy a negar que tuve una erecci贸n pensando en ella, pero la historia no va de m铆. Tampoco voy a negar que de recordar siento envidia, aunque con el final del camarada se me pasa. Una sonrisa hermosa.
Ese 煤ltimo semestre es una trampa maldita. Esa necesidad del promedio justo para la universidad. Y Lourdes cay贸. Un mal d铆a, seg煤n entiendo, se sinti贸 mareada en un examen. No contest贸 m谩s que una cuarta parte de las preguntas. Son pruebas estandarizadas, que no se pueden repetir. Maldito (o bendito) sistema escolar moderno.
Un 2 en matem谩ticas mata cualquier promedio aprobatorio, o casi. Entonces, las negociaciones en la sala de maestros fueron obligadas. Rogar por una nueva oportunidad. A cambio de lo que sea. Y ese "lo que sea" suele salir muy caro.
-Mira, te entiendo. Pero necesito platicar contigo seriamente. Te invito un caf茅. T煤 me dices si en el Starbucks, en el Cielito, donde te guste. Platicamos.
Se le iluminaron los ojos de esperanza. Yo estaba ah铆. Me siento miserable porque sab铆a a d贸nde iba esto, pero no ten铆a prueba.
El d铆a de la cita lleg贸. Me contaron que ella iba con una falda negra, que dejaba ver sus piernas dulces. Unas botas negras cortas, como para lluvia o campo, la blusa igual negra, con un ligero escote. El ciervo sabe que el cazado le busca, no se resiste a caer. Las ni帽as no son est煤pidas, pero a veces se equivocan cuando piensan que est谩n en una posici贸n de poder. Nunca lo est谩n.
Un sujeto de jeans azules, cabello negro corto, lentes y una playera de heavy metal llev贸 las libretas donde marcaba cada asistencia. Cada calificaci贸n. Cada examen. 4.6. Perdida. Pero no hab铆a pl谩tica al respecto. Cine, la 煤ltima pel铆cula de los Avengers, el disco de Babymetal.
Puso dos boletos sobre la mesa para ver a las japonesas.
-Compr茅 dos boletos, pero mi pareja se va a Espa帽a el d铆a del concierto. Ven conmigo. Terminamos de arreglar todo.
Un regalo. La calificaci贸n casi lograda. Se siente en una posici贸n de poder.
Lourdes, sin embargo, no lo estaba.
Imagina la escena: un auto con a帽os, un poco descuidado pero no sucio. Conduces hacia la casa de tu alumna, quien se visti贸 para la ocasi贸n: falda tableada negra. Botas altas con hebillas. Labial negro y sombra de ojos recargada, luciendo su bella mirada miel enmarcada por las gafas. Una blusa escotada de terciopelo negro. T煤, en cambio, eres un pobre diablo en jeans y la playera del concierto.
No muy lejos, sin embargo, aparcas en un motel. Sabes que ella luce m谩s grande, que esa gente no hace preguntas.
-Mira, Lourdes. S茅 qu茅 necesitas. Y sabes qu茅 necesito. Tengo conversaciones donde parece que has intentado sobornarme. Los boletos los consiguieron a nombre de tus padres, no me preguntes c贸mo. Te vas no s贸lo con una materia reprobada, sino con deshonestidad acad茅mica. El semestre se te da de baja.
La mirada hermosa de Lourdes debi贸 haber brillado en ira e incredulidad. No, no s茅 c贸mo convences a una adolescente de semejantes sandeces. Ni si algo as铆 es posible.
Lourdes entendi贸 que no ten铆a escape. El auto entr贸 a la villa del motel. Una mazmorra kitsch con esposas falsas, mucha parafernalia sexual.
-Tranquila, mi vida. No pasa nada. Nadie se entera. T煤 viniste sabiendo qu茅 iba a pasar. D茅jate llevar. Estar谩s bien.
-Profe. Un favor: abr谩ceme.
-No dejes de llamarme profesor.
Un abrazo tierno y un beso dulce comenzaron la noche que ser铆a larga para ella y corta para cualquiera. Las manos bajaron a la blusa, que cay贸 para mostrar unos senos suaves, tersos, redondo. Las mismas fueron m谩s abajo para buscar las piernas. Las nalgas. Ella comenzaba a respirar m谩s despacio y profundo.
脡l sonri贸.
-D茅jate llevar. Ven, te muestro.
Tom贸 una almohada del motel. La puso en el piso. Le pidi贸 que se pusiera de rodillas. Sac贸 el pene de su pantal贸n, el cual baj贸 de prisa. Le pidi贸 que mamara despacio el falo, mientras ella lo miraba a los ojos con una carita llena de miedo, ternura, sorpresa. Todo.
Era torpe, pero no tonta. Intu铆a que deb铆a ir profundo, lamer, chupar, salivar. Pero se atascaba con ese trozo de carne. Tos铆a, se ahogaba. En un momento, con el pene erecto, le pidi贸 parar.
Aprovech贸 para recostarla. Disfrutar la vista de una nena as铆 a su merced. Tomar un poco de lo que ya le pertenec铆a: toc贸 despacio su cl铆toris con una mano, con la otra explorando con un par de dedos los alrededores de la vagina.
Los gemidos de Lourdes eran ahogados al principio. Por pena, tal vez. Por sorpresa, quiz谩.
Irremediablemente los dej贸 ser. Mientras se retorc铆a, comenzaba a humedecerse, eran una sinfon铆a de triunfo para el ego del profesor.
-驴Te gusta, mi amor?
-S铆, profe. Muy rico. Siga.
-Ven, mira. M贸ntame. Acomoda mi pene entre tus piernas. Ya est谩s lista.
-驴Me va a doler, profe?
-Te mentir铆a si te digo que no. Pero lo har茅 despacio y comenzar谩 a gustarte igual que ahora.
脡l, mirando a las l谩mpara ex贸ticas y los espejos, se recost贸 para que Lourdes obedeciera.
-Acomoda el pene. Y baja despacio.
Un gemido agudo inund贸 la habitaci贸n. Luego uno de placer. A eso sigui贸 un chillido de ligero dolor.
Dos cuerpo paralizados. L谩grimas en el rostro de la nena. Las toscas y grandes manos del maestro recorrieron sus mejillas, consol谩ndola. Iniciando un vaiv茅n que comenz贸 despacio, lento. Que fue ganando ritmo. Ella gem铆a por la penetraci贸n y el masaje en el cl铆toris que el le daba. Pero, mientras esos suced铆a, 茅l hablaba con ella. Un fetiche m谩s.
-驴Qu茅 te gusta de m铆, mi amor?
-Su... sus ojos. Su barba. Su piernas...
Un corto silencio se hizo en la habitaci贸n.
-Me est谩 gustando su... su verga... profe... me... me duele...pero.
-驴Pero?
-Siga, profe. No me deje, por favor.
-Aqu铆 estoy mi ni帽a, s贸lo prom茅teme algo. Cuando sientas que explotas, dime que eres m铆a,
-So...soy suya, profesor. Suya.
-驴Me amas?
-No s茅.
-驴Me am谩s y eres m铆a?
-S...ss...s铆, profe. Lo aa..amo y soy...suya.
Lourdes estall贸, con estertores en su cuerpo que no pudo controlar. Un trofeo para el profesor que, durante esa noche, hizo de ella su juguete, m谩s que su amante.
Era el principio de una noche que fue gloriosa, pero que marc贸 el comienzo de una espiral hacia el fondo.
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