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Como se llama?
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BUMP
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vamos negros compartan
>>1757
Parte 3.

Con una sonrisa infantiloide, entonces dirigió su atención a mi hermana inconsciente, tomó una de sus piernas por el tobillo, la levantó y la sostuvo como si fuera la tapa de un cofre del tesoro. Con la otra mano agarró su verga y la dirigió al agujero de mi hermana. Comenzó a empujar, y Mauricio soltó un gruñido de placer al sentir cómo entraba; mi hermana se quejó entre sueños, sin duda sintiendo la penetración.

Me pregunté cuál habría sido el tamaño de la verga más grande que mi hermana se había echado, pero dudaba que superara a la de Mauricio; se notó que le costó un poco de trabajo metérsela toda, con todo y el lubricante del condón. Pero una vez que lo logró, ya no paró: levantó la otra pierna de mi hermana por su tobillo y así la sostuvo mientras comenzaba a embestirla.

Era un espectáculo increíble: un viejo gordo y cincuentón cogiéndose a una chica delgada y delicada a su antojo, que inconsciente, parecía una muñeca ante esa bestia. Sus pequeñas tetas brincaban con cada empalada, y juraba que hasta había visto cómo la verga de Mauricio se marcaba en el abdomen de mi hermana de lo fuerte que le estaba dando.

El “¡plap! ¡plap!” que sonaba cada que chocaban sus cuerpos era hipnotizante, acompañado de los constantes quejidos (¿de dolor o de placer?) de mi hermana, y de los gruñidos y los insultos que Mauricio bramaba. La llamó cerda, puta, basura… No sólo se la estaba cogiendo, por algún motivo también se estaba desquitando de mi hermana. Había cierta furia en la cogida que me mantuvo cautivo. ¿Qué tanto le habría hecho si yo no estuviera presente? No podía imaginarme las cosas tan depravadas que habría fantaseado con ella. Y quizá yo también, la verdad. Por eso no puse objeción cuando, en su éxtasis, Mauricio le soltó unas fuertes bofetadas en las tetas, una y otra vez, hasta que se las dejó rojas, y al final una en la cara. Se las merecía. También le torció los pezones, le escupió en la cara, y hasta la ahorcó un poco en su éxtasis de tratarla como una vil puta, dejándose llevar en grande por la oportunidad de tener a mi hermana inconsciente a su completa disposición.

Yo sólo los veía, filmando discretamente, porque tenía ya algunos planes en mente, considerando lo que tenía a la mano. Las fotos de su computadora ya se habían terminado de pasar, seguramente, y ese frasco de cloroformo nos daba muchas posibilidades…

Mauricio detuvo sus embestidas un momento y, jadeante, puso a mi hermana bocabajo, con un par de almohadas bajo su abdomen para levantarle el culo. Le separó las nalgas todo lo que pudo, y vi en toda su gloria el agujero apretado del ano, y su vagina bien abierta por la cogida. Mauricio le lamió el esfínter de nuevo, metiéndole un poco la lengua, sin duda deseando destruirlo con todo su ser, pero se conformó con meterle la verga de nuevo por la concha, iniciando sus embestidas otra vez. “Como la perra que eres”, dijo, y comenzó a nalguearla con fuerza, hasta dejarle marcada la mano en la piel. A pesar de que ya llevaba un rato cogiéndosela, esta nueva posición volvió a prenderlo, y pronto tomó un ritmo igual de rápido y fuerte, azotando a mi hermana hacia adelante cada que le empujaba la verga adentro, para luego jalarla hacia él de la cadera para llegar lo más profundo posible.

Era una escena increíble que estaba yo estaba filmando por completo para verla en el futuro una y otra vez, cuando noté que mi hermana estaba comenzando a mover un poco los brazos, y a gemir. “¡Pásame el cloroformo, ya!”, me gritó Mauricio cuando se dio cuenta de que ella se estaba recuperando la consciencia, y rápidamente mojé el trapo con el químico y se lo pasé. “Quieres despertarte, ¿eh, pinche puta?”, dijo el viejo con una sonrisa bastante desagradable, y le levantó la cabeza jalándola del cabello. La brusquedad del movimiento hizo que mi hermana abriera un poco la boca y gimiera débilmente de dolor, lo cual aprovechó Mauricio para meterle el trapo y bloquear sus vías respiratorias. Entonces se dejó caer encima de ella, aplastándola contra el colchón, mientras mi hermana sacudía débilmente sus brazos y sus piernas, hasta que volvió a quedarse inmóvil. Mauricio se esperó unos segundos antes se retirarle el cloroformo, por si estaba fingiendo, antes de levantarse de encima de ella. Volvió a levantarle la cabeza jalándola por su cola de caballo (había resultado muy útil el día de hoy) y cuando comprobó la respiración suave de mi hermana, le soltó un gigantesco escupitajo en la cara. “Por desobediente, estúpida cerda”, le dijo mientras observaba cómo el salivazo se le escurría por el ojo y la boca, antes de soltarla y restregarle la cara contra la cama. “¿Te cuento un secreto?”, me preguntó el viejo mientras volvía a poner a mi hermana en posición con las nalgas abiertas para acabar de cogérsela. “Si me hubiera animado a violarla, mis peores planes eran para su boca. Tengo un frasco lleno de las corridas que me hice pensando en ella, y quería obligarla a que se los tragara. También he dejado sucio mi retrete por un par de meses, y está ahí, esperando a que la lengua de tu hermana lo limpie hasta el fondo”. Entonces se rio y volvió a meterle la verga, ahora jalándola del cabello.

La verdad, yo también traía la verga bien dura, y más aún por sus palabras. Nunca me había cruzado por la cabeza, pero la idea de humillar y degradar a mi hermana hasta los peores extremos me obsesionó. Sí, estaba decido. La convertiría en nuestra esclava sexual, en una puta muñeca cuyos agujeros estuvieran a nuestra total disposición para abusar de ellos como quisiéramos. Me imaginé de cuclillas sobre mi hermana, restregándole mi culo por la cara para que me lo limpiara, o también verla en algún baño público siendo sodomizada por un vago sucio mientras los filmaba y casi me corrí en el momento. Este día fue el primero de la nueva vida de mi hermana, y no estaba ni enterada aún…

Continuará...